Hoy quiero recordar algunos conceptos medulares de un gran teórico. Se trata del sociólogo Max Weber. Para Weber el Estado es la institución que ejerce el monopolio de la fuerza legítima, en aras de la paz, la seguridad de los habitantes. También habla de los tipos de dominación legítima (la que invoca una justificación para demandar obediencia a sus seguidores) y considera que a lo largo de la historia se dieron tres modelos teóricos, combinados y no puros.
Habla de una “dominación tradicional” que proviene de tiempos inmemoriales, fundada en poderes señoriales y transmitida a través de la sangre. El segundo modelo es la “dominación carismática” : el pueblo obedece por sus características personales, sus dones especiales, con una buena dosis de devoción, a ese líder que le dio algo especial. La historia nos muestra ejemplos como el de Alejandro Magno o Napoleón, que son guerreros victoriosos. Finalmente el tercer tipo de dominación es el “burocrático-legal”: la importancia no radica en una o varias personas sino en un conjunto de normas o estatuto, por lo general hablamos de Constitución Nacional. El líder pasa a ser un funcionario elegido de acuerdo a ese estatuto y que además debe gobernar cumpliendo sus reglas. Esa obediencia lo alcanza como a cualquier ciudadano común.
Este último modelo es el actual, que por supuesto tiene elementos del segundo ya que quien llega a los máximos cargos gubernamentales tiene , seguramente no ya la valentía de un guerrero de la antigüedad, cualidades que lo destacan del resto de los postulantes. Una mayor inteligencia, una oratoria brillante que atrapa a las masas, una vida ética en lo personal.
Si vamos a las antípodas del pensamiento de Weber y de muchos doctrinarios del Estado nos encontraremos con Karl Marx. Para Marx , el Estado es el instrumento que defiende a las clases dominantes garantizando la explotación de los más débiles. No es el instrumento que iguala en oportunidades sino el que asegura la desigualdad. Así existen otras herramientas utilizadas con dicho fin: la educación no tiene la meta de la superación y el ascenso social, sino termina siendo la garantía de la reproducción social injusta.
Termino llegando a la conclusión de que el Estado es lo que todos queremos que sea. Si participamos, controlamos, exigimos el cumplimiento de la ley (además de ser sus primeros cumplidores) y no le permitimos a los gobernantes de turno pisotear las normas y nuestros derechos, tendremos ese Estado que lleva a la paz social, que utiliza la fuerza en forma legítima para dirimir los conflictos, que coadyuva al logro de la igualdad de oportunidades y la inclusión social. Si como ciudadanos descendemos a meros habitantes que delegamos todo en el poderoso de turno, tendremos el Estado garante de las diferencias parecido al que veía Marx o el Estado monárquico absolutista que actúa con un poder discrecional, inconmensurable .
Las elecciones son fundamentales en una Democracia, pero lo que pase desde esta elección hasta la próxima será clave. Hay que aceitar las formas de participación y ser imaginativos encontrando nuevas. Pero en principio debemos defender la calidad institucional y la división de poderes tradicional, seriamente dañada en este tiempo como en la década infame de los noventa.
HUGO TURRINI
Abogado (UBA) y Docente.
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