martes, 5 de mayo de 2009

EL TRABAJO Y LA DIGNIDAD DEL HOMBRE


Las organizaciones obreras habían establecido un plazo: el 1º de mayo de 1886 la jornada legal de ocho horas debía ser una realidad. El presidente Andrew Johnson había promulgado la ley que contemplaba dicha situación pero, evidentemente, no se cumplía. Llegado el 1º de mayo , Estados Unidos, se vio paralizado por unas cinco mil huelgas en todo su extenso territorio. En general todo había sido en forma pacífica, aunque Chicago fue la excepción. El 4 de mayo hubo represión policial en un acto obrero y una bomba estalló matando a uniformados. La reacción de la policía no se hizo esperar y ,en forma indiscriminada, muchos manifestantes fueron muertos y heridos en el lugar. Finalmente, ocho de los organizadores de las reuniones de trabajadores fueron condenados por este episodio. Algunos, a cadena perpetua. La mayoría, a muerte. Los “mártires de Chicago” no hicieron más que agrandar la llama de la rebelión y el reclamo por los justos derechos del trabajador. Tres años más tarde, las organizaciones obreras determinaron que el 1º de mayo sería internacionalmente reconocido como el “Día del Trabajador”.

Me he preguntado muchas veces : qué significa el trabajo para el hombre?? Siempre pude constatar ese sabor agridulce: es una actividad que permite que podamos afrontar nuestros gastos para vivir; es una actividad que permite el desarrollo de nuestra vocación y nuestra realización humana; es una actividad muchas veces gravosa que preferiríamos evitar esperando el fin de semana, los feriados o las vacaciones....

En la Antigüedad, sabemos que los griegos veían como lo sublime el dedicarse a la filosofía, al ocio , la contemplación. El trabajo físico, duro, debía ser realizado por los esclavos.Para la cultura judeo-cristiana, tal como se refleja en el libro de Génesis en la Biblia, el trabajo surgió como fruto del pecado, de la desobediencia del hombre a Dios. Ante ello, el Creador condenó a la criatura: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. En definitiva, el trabajo era una “maldición”.Pero para esa misma cultura, la concepción laboral cambió cuando Dios hecho hombre, encarnado en Jesús trabajó con dignidad. Así como el Padre había sido el “primer trabajador” que había creado el mundo en seis días, para descansar el séptimo, Jesús nació en un hogar obrero, en la casa de un carpintero cuyo oficio aprendió y practicó. Cuando su padre terrenal, José, murió, se hizo cargo de la carpintería hasta que a los treinta años se dedicó de lleno al ministerio de llevar las “buenas nuevas de la Salvación”, realizando sanaciones y milagros de todo tipo. El trabajo no podía ser tan malo si Jesucristo fue un “laburante”.Lo mismo ocurrió con San Pablo, el primer gran misionero que extendió el Evangelio por el mundo antiguo, quien tenía una “pyme” y confeccionaba tiendas. Además se jactaba de ello, recriminando a sus colegas que pretendían vivir de la “predicación” diciéndoles en la epístola a los Tesalonicenses: “El que no quiere trabajar, que tampoco coma....”

Claro que el trabajo ha pasado por distintas formas a lo largo de la historia: la esclavitud, la servidumbre en la Edad Media, el trabajo asalariado a partir de la Revolución Industrial. Es en esa revolución de la producción masiva en que el hombre sufrió una explotación terrible de llegar a trabajar16 horas o mas; en que las mujeres y los niños realizaban las duras tareas en las minas; la que permiteió el agrupamiento de los trabajadores para reclamar por sus derechos hasta llegar al 1º de mayo del que hablamos al principio.

“El trabajo en todas sus formas gozará de la protección de las leyes....” dice el comienzo del artículo 14 bis de nuestra Constitución Nacional, creado por el dirigente Crisólogo Larralde.

Las leyes y, para no dejar dudas, las Constituciones reconocieron los derechos fundamentales del trabajador.Aún así, el capitalismo salvaje y las terribles crisis, han diezmado al eslabón más pobre de la cadena: al proletariado (a quien solo tiene su “prole”).

La desocupación ha destruído la vida y la esperanza de muchos trabajadores argentinos a partir de la experiencia de los noventa. La inflación ha reducido, y reduce, los salarios aumentando la pobreza. Las formas de explotación y el fraude laboral se han seguido extendiendo. Niños que trabajan en lugar de estudiar. Niños que dejan la escuela, “no trabajan” afuera, pero deben ser padre y madre de sus hermanitos más pequeños.

Tenemos una Argentina violenta, fruto de la exclusión social. Ante ello, es fundamental fortalecer el concepto de FAMILIA. Esa institución básica de la sociedad en donde se practica la libertad y la igualdad. Como dice en sus discursos de campaña, con buen tino, un candidato a diputado nacional, en la familia nadie obligaría a un hijo a trabajar para que el otro pudiera ir a una buena escuela; los menos dotados del grupo familiar no son abandonados a su suerte, tampoco los débiles o enfermos, sino que son ayudados por el conjunto. Esos mismos conceptos deben ser extendidos a la “GRAN FAMILIA” que somos todos los argentinos, que somos toda la humanidad.

Pasó otro 1º de mayo y seguimos abogando por la dignidad del trabajador soñando con un país con desarrollo económico, cultural, social, en que los bienes de la humanidad lleguen a todos.

Hugo Turrini

VOTO COMPULSIVO


Nuestro país es protagonista de una crisis tripartita: política, social y económica. Por un lado, en la esfera política opera una crisis de credibilidad de los gobernados hacia los gobernantes donde la República está siendo paliada en su más profunda concepción. Candidaturas testimoniales, proyectos personalistas que no osan presentar programas de gobierno desfilan por el imaginario colectivo social despojando a la política de su genuina dimensión ética. Por el otro, el mismo Gobierno descree de la confianza de los ciudadanos al pedirles que ratifiquen una gestión para las próximas elecciones legislativas. Ya en Proverbios 29:18 dice: “Donde no hay un buen gobernante, el pueblo no sabe qué hacer…”.Desde la esfera social la inseguridad acuciante ha denotado un Estado ausente con aviso. El valor vida se ha depreciado tajantemente al punto que, cualquier retaceo por entregar una minucia en un robo, termina con la vida de la víctima. En este escenario se proyecta un nuevo régimen penal juvenil tendiente a bajar la edad de imputabilidad. Ya Michel Foucault en “Vigilar y Castigar” analiza la evolución de la pena. Durante la Edad Media funcionaba un mecanismo en que juzgar era establecer la verdad de un delito lo que implicaba conocer al responsable, la infracción y la ley. Allí, el cuerpo es el blanco de castigo considerado la cosa del rey sobre la cual recaía su marca. En tanto hacia fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX el enfoque es la corrección, cómo prever la evolución del sujeto cuyo cuerpo es considerado un bien social y, como tal, objeto de una apropiación colectiva y útil. Así se ingresa a la era de la sobriedad punitiva donde se priva al individuo de una libertad considerada a la vez un derecho y un bien. El énfasis se coloca en el alma. Se busca controlar al individuo neutralizando su estado peligroso, modificando sus disposiciones delictuosas.En este esquema, el alma incluye el pensamiento y la voluntad del sujeto. No se juzga al acto en sí sino a sus infractores, sus inclinaciones afectos, inadaptaciones. La pena se monta sobre las características del infractor. De esta manera, cuando se aborda la “peligrosidad” del delincuente, existe cierta apreciación sobre qué se entiende por normalidad. Foucault dirá que bajo la benignidad cada vez mayor de los castigos, se descubre un desplazamiento de su punto de aplicación, es decir, un nuevo régimen de la verdad. Con lo cual, los suplicios lejos de perder importancia por un progreso del “humanismo”, se ingresa a un nuevo poder de juzgar en el que participan nuevos saberes, técnicas y discursos. Por ello, detrás de la apariencia del avance en la humanización de las penas existen nuevos objetos, entre ellos, la concepción del alma, donde el poder de castigar se maneja bajo ciertas reglas.
Hoy por hoy, bajar la edad de imputabilidad no garantizaría la readaptación social de jóvenes “desviados en términos sistémicos”. Está probado que el encierro lejos de coadyuvar a una modificación de conducta es un repotenciador de delitos. Es preciso abordar una reforma integral del régimen penal que contemple asistencia espiritual, psicológica y todo lo necesario como para asegurarse del cambio genuino que llegue al arrepentimiento del sujeto. De lo contrario es simplemente evadirse de la problemática de fondo donde se aísla al “anormal” para luego volver a la sociedad peor de cómo entró al sistema carcelario.
La esfera económica por su parte experimenta un profundo golpe en la confianza de sus instituciones. Basta observar el poco nivel de inversiones extranjeras en nuestro país. Un país que se digna a través de sus mandatarios cerrar acuerdos con China para fomentar importaciones y bloquear al mismo tiempo, todo tipo de crecimiento nacional al colocar vallas al comercio exterior del sector agropecuario. Un sector que, por cierto, ha sido el artífice del progreso nacional económico desde 2003 en adelante.
Bajo este panorama el Presidente del Partido Justicialista y la Presidenta de la Nación, se esfuerzan en pedir el voto de Junio. Perder la mayoría en las cámaras implicaría enfrentarse a un escenario de diálogo forzoso con la oposición para llevar adelante iniciativas legislativas que, parecería no estarían dispuestos a dar. Dialogar es perder, no construir. Es una pena…
Reclamar el voto de la ciudadanía bajo la compulsa de retrotraernos a la crisis de 2001 lleva a evaluar el componente de voluntariedad del voto. De acuerdo al Código Civil, los hechos se juzgan voluntarios, si son ejecutados con discernimiento, intención y libertad. La manipulación electoral bajo el lema “después de mi el vacío”, coloca a la ciudadanía en una situación de vulnerabilidad tal que, le impide discernir entre sus convicciones y sus intereses. El resultado: un voto bajo estado compulsivo.
El votante adolece ausencia de libre determinación en el acto de votar. Se aprovecha la necesidad del pueblo despertando la bestia interior llamada “beneficio personal”. Se le representa en su ideario el caos de 2001 anulando así el bienestar general. Lamentablemente se inaugura una mal denominada democracia donde el voto cumple básicamente con dos funciones: legitimar el poder del Ejecutivo y degradar la democracia. Una democracia que debería ser concebida como una instancia suprema en la participación del electorado para ver concretados los anhelos de una Nación. Debería ser valorada como un fin, como un modo de vida, como un ideal digno de ser buscado...
GRETEL LEDO
Abogado-politóloga